viernes, 6 de diciembre de 2013

Si me hubiera permitido le habría mostrado el cielo

Antonio De Marcelo


Yo le pido a usted, permita que mis palabras la descubran poco a poco. No quiero mirarle, ya le conozco al haberle visto a los ojos, no quiero tocarle ya he viajado por la curvatura de su espalda en mis sueños, permita que mis palabras viajen por sus piernas, que se posen en ese lugar detrás de la rodilla; quizá llegue a sentir cosquillas, no tema son solo verbos incrustados en enunciados salidos de mis pensamientos, palabras queriendo ir más allá de una oración. Yo le adelanto que tal vez mis palabras hallen a esa mujer que juntos no pudimos descubrir, probablemente desvelen ese misterio llamado fémina. No se preocupe con evitar que los adjetivos anden jugueteando en su vientre quizá pueda negarles de nuevo el milagro de ser. Yo, le pido no niegue a mis palabras el viajar por sus brazos, perderse entre su cabellera, quizá posarse en el lóbulo de su oído a conversar de esas veces cuando las quise ahogar en café. Si es posible rescate alguna llévela como el recuerdo de una realidad que se negó a nacer, deje que mis palabras la descubran bocarriba mientras mira la bóveda celeste, tal vez le ayuden a encontrar el azul perfecto del cielo que le prometí cuando hacía versos para usted.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Odiamos las despedidas

Antonio De Marcelo

Me gustas cuando caminas por las calles del centro,
con ese dejo de libertad y los tacones en su lugar
me gustas cuando miras los aparadores de la calle.
Me gusta tu paso cuando hay tiempo suficiente
y las carreras de tu mano cuando sabes que el tiempo es oro.
Me gusta que nos despidamos porque siempre habrá ese mensaje de te quiero

estar uno de cada lado, porque se que en fondo ambos odiamos las despedidas.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Quiero mojarme contigo

Por Antonio De Marcelo Esquivel

Ya había soñado esa tormenta. No fue como en mi sueño, entonces el agua me mojaba de una manera que tenía miedo, así que corría creyendo alejarme de la lluvia, sin que mis piernas respondieran. Era una realidad obtusa, donde no había lugar para resguardarse. Sin espacio para  esconderse de esa agua que invadía mi cuerpo de pies a cabeza. Era como si me quisiera decir desde el cielo que estaba destinada para mí. Entonces deje de correr, supe que no debía luchar, sólo esperar, que el sol saldría en cualquier momento, pese a todo sentía esa opresión que da la tristeza. Cuando me detuve tenía las manos con los puños cerrados con algo atrapado que escurría a mares entre mis dedos, porque la lluvia no se atrapa ni se llama, ni se despide, solo cae te moja, se marcha, desaparece y está más allá de nuestros deseos. A veces, únicamente cae como un chipi chipi que te moja para refrescar. A quienes no les gusta la lluvia agachan la cabeza, como si de esa manera evitaran las gotas, corren por la avenida y se resguardan bajo un marquesina, otros se cubren con un paraguas y siguen de frente. Pero los hay que nos detenemos a sentirla mojando nuestro rostro y disfrutamos el agua de vida que nos alegra el corazón. Hay, los que caminamos dejando que el viento se mesa entre el cabello, bien que con una taza de café miramos caer las gotas. Otras veces es un aguacero que no se anuncia, empieza simplemente, cae con gruesas gotas y entonces unos sorprendidos corren a bajar la ropa del tendedero. Los prevenidos sacan el impermeable y no se mojan, no se esconden, marchan a paso forzado para no mojarse los pies. Otros nos detenemos para sentir el golpeteo de esas gruesas gotas, que seguro se marcharán en un momento para dar paso al sol como suele ocurrir a finales de mayo. Hay otro tipo de lluvia: esa que inicia con finas gotas y poco a poco arrecia, anunciada por nubarrones negros; pero sólo es agua y si es posible hay que caminar bajo ella, que no respeta lugares, ni rincones, nos moja de pies a cabeza y acabamos empapados, quizá con frío, pero alegres. Un instante, es lo que dura la lluvia, pero es como una vida. A veces le acompaña un gélido viento y titiritamos de frío con la ropa mojada y el corazón alegre. Por eso me detuve aunque sintiera ese desasosiego que causa el sentir como los sueños se escurren entre nuestros dedos, que un beso no se aprisiona se deja libre para ir por la vida de boca en boca, desgastado en versos o reanimado en miradas. Deje de correr entonces, me paré y levanté el rostro al cielo para que mi cara se mojara, que más daba. La lluvia es como el amor, tiene una escala de grises o una escala de colores, blanco con su paleta de arcoíris o negro con la ausencia de la luz. Y los hay que corren a esconderse, los que prefieren mirar desde el café a los amantes comiéndose con la mirada, los que deambulan entre sábanas probando cariños, aquellos que van de van de boca en boca buscando sus besos, los que te toman de la mano y sabes que nunca más se marcharán. Quizá por eso desperté sudando, llorando con un dolor en pecho como si tu me faltarás, quería correr y ver que estabas ahí, pero quizá te burlarías de mi desvelo, así que me recosté de lado y me quede pensando en tus ojos para soñarte otra vez. Un duerme vela en que se dormita sin poder conciliar el sueño; tal vez por eso dejé las sábanas y tome la pluma, como siempre para escribirte poesía a la luz de la luna, palabras llenas de amor, un amor sin tiempo y sin espacio, ideal como los cuentos y libre como las golondrinas de verano. Hoy la tormenta me ha tomado por sorpresa, era lindo cuando la brizna solo mojaba mi cabello y sentir tu mano en la mía me daba la esperanza de un para siempre, cuando dejar tu mitad de tarta era la manera de creer que habría una próxima vez, aquellas veces cuando un mensaje me daba la impresión de mirar tu sonrisa tras la lectura y esperar la respuesta sin importar que tardará días llenaba mis espacios. Hoy la brisa me anuncia que habrá días de desasosiego, que el frío de tu ausencia que siente mi corazón no hallará calor en mis caminatas y que volver a nuestros lugares sólo servirá para alimentar un falso futuro. Pero no cambio por nada y daría mi vida por volver a caminar por la calle tomado de tu mano, mi existencia por depositar otro beso en la comisura de tus labios, mi alma al mismísimo demonio por repetir el único abrazo tuyo que pude tener.  

miércoles, 30 de octubre de 2013

jueves, 24 de octubre de 2013

Me bebí tus despedidas



Por Antonio De Marcelo Esquivel
La tarta es de queso, así como te gusta, con fresas y aderezado con mermelada de frambuesa, el café negro sin azúcar; negro como la noche, caliente como las tardes de verano y amargo como tu ausencia. El es el mismo, aquel café donde nos esperamos tantas veces y tantas veces nos despreciamos. Ese dónde te dije que te amaba mientras escribías un poema de nosotros, frases con nuestros rostros y dibujaste una flor con carita. Quizá no debería decirte esto pero he repasado tantas veces nuestros lugares que creo conocerlos como la palma de mi mano, de todas las veces que he llegado a la hora que acostumbrábamos incursionar en ese mundo de realizad con fondo de jazz. Ya recuerdo aquellas ocasiones cuando llegaba antes que tu y mientras leía mi revista te acercabas con sus piernas largas y parada frente a mi esperabas que me diera cuenta, muchas veces supe de tu presencia desde antes que llegaras, percibía tu perfume en el ambiente y estaba seguro que eras tu cuando hombres y mujeres miraban tu andar, aunque hacía que no me daba cuenta y falsamente me concentraba en mi lectura, de manera que podía ver siempre tus pies y a medida que levantaba la cabeza admiraba cada parte de ti hasta llegar a esa sonrisa que hacías antes de darme un beso de ya llegue. Un beso que hacia mejor mi mundo aunque de pronto había que ponerle un poco de café para que no fuera tan dulce, porque saben bien me gusta cargar los versos de café y las frases de te quiero sin comprometerme a nada justo como me lo repetiste mil veces. Siempre supe que te marcharías, lo intuía en tus despedidas y cuando no llegabas al café, pero me hacia el desentendido y buscaba no tocarte ni besarte ni decir te amo, como si en ese intento matara un poco todo eso que me hiciste sentir, lo que nunca logré. Hoy regreso sobre mis pasos y toco cada lugar donde estuviste, miro cada escaparate donde nos detuvimos, leo los libros que vivimos y aquellos que solo deseamos, tomo el café que se quedó cuando nuestras conversaciones se hicieron tan profundas que no necesitaron de la infusión; con la diferencia que la cámara sigue en mis manos tomando cada parte del mundo para cuando regreses, que te quiero mostrar tantas cosas como si nunca te hubieras ido. Bien se que en cada cita me bebía tus despedidas, que las pasaba con pastel de queso y tus miradas. Hoy tomo el mismo café y como siempre dejo tu mita de pastel.


miércoles, 23 de octubre de 2013

Me quedo



Me duele tu presencia
Casi tanto como tus ausencias.
Me causa dolor sentir tan lejos tus manos.
Saber que dejaste tus caricias en otro cuerpo
Que en tus noches añoras el calor que se llevó.
Me duele que llores cuando miras el vacío,
mientras yo lucho contra tu pasado.
Y teniéndote tan cerca se que tus pensamientos
No están entre nosotros.
Que desgastaste tus besos en sus labios.
Que no hay más para mí.
Pero me quedo a pesar de todo.
A pesar de su fantasma.
A pesar de su presencia en tu cama vacía.


Antonio De Marcelo 23 / OCt / 2013

Tus alas


Sigo tejiendo tus alas con versos cargados de amor
bordadas con te amo en las puntas
unidas por te quiero entre las plumas
atadas con miradas que dicen te amo de mil maneras
Casi están listas, se que las necesitas
que las esperabas cuando llegaste
las has visto en tus sueños y pesadillas
son alas cargadas de realidad, pero capaces de volar
son las alas de tu libertad

y por más que me duela las has de usar.

domingo, 13 de octubre de 2013

viernes, 11 de octubre de 2013

Nada más porque vivir


Por Antonio De Marcelo 

Desgastamos tanto los momentos, que terminamos por cosificarlos. Se trataba solo de un beso, ese entendimiento entre dos personas que no requiere de palabras, hallar de pronto nuestros labios y dejar que dialogaran en ese encuentro que casi siempre es el sello del amor. Pero los besos no se buscan, se encuentran y este no apareció. Hubo momentos que estuvo cerca ese contacto, tan cerca que casi podía sentir su boca, percibir su respiración, aspirar su perfume, enredarme en su cabellera y quedarme encerrado en esos ojos que me matan con una mirada. Pero el dichoso beso no llegó, se negó a aparecer. Simplemente no existió. No fue falta de amor, lo juro con la mano en el corazón, y tampoco falta de pasión, tal vez solo le sobraron palabras y le faltó aliento al esfuerzo. Ella sabe bien que le amo, se lo dije de mil maneras, pero el amor no se mendiga ni se arranca y fue necesario remojarlo en sorbos de café y aderezarlo con pastel de queso con fresas. Desgastar una y otra vez los te amo mientras se marchaba, escribirlos en las paredes a falta de poder gritarlo, dibujarlo con su imagen hasta hartarme de su rostro, aunque pronto tuviera que volver a esos ojos, a esa cabellera, a esas manos que despiden vida, a esa boca que derrama miel. A esperar ese beso así sea lo último que haga en la vida, porque después de un beso suyo no habrá nada más porque vivir.

jueves, 10 de octubre de 2013

Quizá


Por Antonio De Marcelo

Mientras me alejaba percibí de nuevo el perfume que dejó en mi muñeca. Lo aspiraba profundamente para no olvidarlo nunca, como si en ello me fuera la vida, como si se tratara de mi droga, como si respirarle fuera la única manera de sobrevivir. Yo quería tener de fondo un buen jazz, estar en cualquier lugar, menos en el metro, pero ahí me toco estar. Percibir ese perfume me hacía estar un poco con ella, tener de fondo a SIN BANDERA, sentir que su presencia estaba adherida a mí como los besos que nunca me dio, esos que soñé tanto tiempo al grado que podría jurar su boca sabe a cerezas. Era cómo un juego de feria, uno de esos donde uno sube al cielo como si saliera disparado y luego cae vertiginosamente, aunque nunca hasta el suelo; sólo al grado de sentir un vacío en el estómago. Justo como ella me hacia cada día, de tarde en tarde, cada noche con sólo mirarme, con sólo tocar apenas nuestras manos, con sólo una que otra palabra dejada por ahí como olvidada, como sí no supiera que una sola de ellas bastaba para hacer que mi estómago revoloteara, que mis sentidos se alertarán, que mí piel respondiera, que mis labios reclaman su boca, que mis manos buscarán las suyas, que mis te amo quisieran salir a borbotones y que siempre transmuté por un millón de te quiero, por un millón de silencios y por una cara dura que escondía todo el amor que le tuve reservado. No se, quizá fui yo quién dinamitó el amor con peros y vueltas de tuerca suicidas, con palabras bien colocadas para volar el corazón en mil pedazos, que al fin ya estaba roto y no había necesidad de lastimar el suyo. Otra vez respiré su perfume con los ojos cerrados, lo grabe en mis sentidos, igual que su forma de andar, como cuando llegó a aquel café de la ciudad, casi como flotando, avanzando linda, hermosa, mi señora, mi deidad, el objeto de mis deseos y la razón de mi sin sueño.
No era mi intensión que fuera una historia de mis confesiones, hasta que hallé aquella frase que pudo describir tan bien la conexión a su persona:

Mi amor por ti no solo es asunto mío,
también tuyo.
Mi amor dice algo de ti
Que quizá tu misma no conozcas.

(Jacques-Alain Miller /Châteauroux, 14 de febrero de 1944, psicoanalista lacaniano francés)

Claro un día tenía que ocurrir, que mis frases robadas entraran, a veces, tan forzadas, que quizá llegaron a carecer de sentido, tan lejanas que no lograron establecer un diálogo con mi musa, con mi dama complicada e iracunda, a quien solo quise decir que mi amor por ella tiene tanto que ver con la mujer que tal vez ella no conoce, esa para quien el gris tiene toda una escala, la misma que logra hacer realidad los sueños, esa que sabe mirar de una manera que hipnotiza, que suelta la cabellera de tal manera que despide luz.
Aún aspiro las gotas del perfume que dejó en mi muñeca y regresa ese mundo donde todo es posible…

domingo, 6 de octubre de 2013

Pescadora


Antonio De Marcelo

Ella tenía una caña de pescar con una estrella en la punta, dejo su cesta, lanzó el anzuelo lejos hasta donde ya no se podía ver y simplemente se sentó a esperar.  Cuando sintió el movimiento jaló  el sedal, recogió su estrella y se llevó el botín a casa.

martes, 24 de septiembre de 2013

¿Dónde están los te amo?


Por: Antonio De Marcelo Esquivel

Me fui sin siquiera escuchar un te amo. Te lo hubiera agradecido tanto. Pero no lo hiciste, sonreías con esa manera tan tuya de mover la cabellera y soltar las miradas.
Aún pude ver tu caminar como los barcos en altamar, lento, tranquilo hasta perderte entre las escaleras de la estación Polanco, siempre hacia arriba, dejando que todo mundo te mirase con ese descaro que te caracteriza.
Quería correr tras de ti, pero como siempre me contuve, como si estuviera pegado al piso. Amarrado al espacio con ese orgullo que tanto odias.
Como siempre me costaba dejarte marchar, deseaba tanto abrazarte, percibir tu perfume, enredarme de nuevo en tu roja cabellera y soñar que para siempre no es mucho tiempo.
Me quede ahí parado, con las ganas de sentir tus brazos alrededor de mi cuello, tu respirar muy cerca y mis manos sosteniendo tu cintura.
Quería conversar como hace los amantes, caminar contigo tomados de la mano, discernir sobre las canciones que robo para decir mis te quiero, pero ya estabas lejos, quizá caminando sobre Mazarik, confundiéndote con esos maniquíes que tanto se te parecen, linda en avance, en tu mirada, en tus palabras, en tus manos, en tu boca, en todo y tan lejos de mí.
Que razón tenías cuando repetiste tantas veces, “es aquí y ahora”. Entonces quería perpetuar los momentos, arrancarle tiempo al tiempo.
Recuerdas que no soltaba y besaba tu manto, que de vez en vez besaba tu rostro y te miraba con esas ganas de grabarte en mis recuerdos? Quizá para que en tu soledad llevaras tu mano a la mejilla, a tu boca tal vez y repasaras esos besos que dejé para ti.
Para mí lleve la tersura de tu cara y ahora puedo cerrar los ojos, tener tus manos entre las mías, para perderme en el espacio del tiempo y la distancia, tal vez recuperar mis besos uno a uno, esperando el momento de colocarlos de nuevo. Mas que eso puedo recordarte como si te hubiera visto ayer.
No sé cuánto tiempo estuve de pie mirando el piso, dejando pasar el transporte público, escuchando el tururu  en cada parada y salida del metro, dejándome mirar por las conciencias decentes que no saben distinguir los dolores.
Y me hubiera hecho tanto bien un te quiero en ese momento, pero las voces de la calle se confunden y los te quiero se los llevan los amantes pegados al cuerpo como los besos de despedida.
Me arrepentí de no haberte dicho te amo como despedida, pero ya era tarde, tu estabas en tu mundo y yo en el mío, desgastando los te amo en historias que a veces llevan un poco de mi, guardando los te quiero para esas noches cuando tanto te extraño, esculpiendo mis poemas en que dilapido las frases que debía decirte al oído.

Recogiendo historias para darles forma en mis confesiones, siempre con el temor de decir te amo sin dejar de mirar tus ojos.