viernes, 11 de octubre de 2013

Nada más porque vivir


Por Antonio De Marcelo 

Desgastamos tanto los momentos, que terminamos por cosificarlos. Se trataba solo de un beso, ese entendimiento entre dos personas que no requiere de palabras, hallar de pronto nuestros labios y dejar que dialogaran en ese encuentro que casi siempre es el sello del amor. Pero los besos no se buscan, se encuentran y este no apareció. Hubo momentos que estuvo cerca ese contacto, tan cerca que casi podía sentir su boca, percibir su respiración, aspirar su perfume, enredarme en su cabellera y quedarme encerrado en esos ojos que me matan con una mirada. Pero el dichoso beso no llegó, se negó a aparecer. Simplemente no existió. No fue falta de amor, lo juro con la mano en el corazón, y tampoco falta de pasión, tal vez solo le sobraron palabras y le faltó aliento al esfuerzo. Ella sabe bien que le amo, se lo dije de mil maneras, pero el amor no se mendiga ni se arranca y fue necesario remojarlo en sorbos de café y aderezarlo con pastel de queso con fresas. Desgastar una y otra vez los te amo mientras se marchaba, escribirlos en las paredes a falta de poder gritarlo, dibujarlo con su imagen hasta hartarme de su rostro, aunque pronto tuviera que volver a esos ojos, a esa cabellera, a esas manos que despiden vida, a esa boca que derrama miel. A esperar ese beso así sea lo último que haga en la vida, porque después de un beso suyo no habrá nada más porque vivir.

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