sábado, 2 de marzo de 2013

Loco Cibernético


He de  confesar que tu recuerdo me irrita casi tanto como aquellas ganas de gritarte que no te marcharas llegada la madrugada, así que cada vez que me es posible intento no pensar en las tardes que hacíamos el amor  mirando el televisor pegado a la pared sobre una estructura de acero. 
Es un recuerdo que me ha perseguido la última década,  pegado a mi como si fuera parte de mi existencia, cada día respirando tu olor, mirando tus ojos, sintiendo en las manos tu piel, saboreando los besos que nunca nos dimos, porque creíamos que eso nos amarraría el uno al otro, de manera que gozábamos caminando por las calles de la ciudad, deteniéndonos en los escaparates de libros para ver las portadas mientras nuestras manos se buscaban al menos para pasar una sobre de la otra. 
Pero te advierto que no he vuelto por los mismos pasos, no me he detenido en cada escaparate, ni he vuelto a sentarme bajo la jacaranda de flores moradas, no he pisado de nuevo el parque de aquella fuente, ni me he pasado las horas en ese vips como cuando te esperaba tomando litros y litros de café, No en sacado de nuevo  a Charles Bukovsky, ni lo he traído en la mochila por su acaso, Charles Baudelaire se ha quedado en casa y no lo tengo en la cabecera como entonces, ya no llevo el ipod a María Callas ni cierro los ojos como entonces con cualquier bolero, odio tanto recordarte que tus fotos fueron a parar en un disco y no las miro cada día para verte de nuevo. Odio tanto recordarte que no hablo de ti a mis amigos, ni escribo nuestra historia de manera recurrente como una manera de hallar cada día un nuevo secreto de nuestra intimidad, No pongo tu nombre cada vez en el Facebook para ver si apareces por casualidad, ni lo pongo en el google para seguir tus pasos. No hago nada de eso porque me irrita tanto tu recuerdo que sonrío cuando por casualidad me doy cuenta que voy por la calle hablando solo, diciendo tu nombre, recitando: 

¿Qué dirás esta noche, pobre alma solitaria...
¿Qué dirás esta noche pobre alma solitaria,
Qué dirás, corazón, marchito hace tan poco,
A la muy bella, a la muy buena, a la amadísima,
Bajo cuya mirada floreciste de nuevo?
-El orgullo emplearemos en cantar sus loores;
Nada iguala al encanto que hay en su autoridad;
Su carne espiritual tiene un perfume angélico,
Y nos visten con ropas purísimas sus ojos.

En medio de la noche y de la soledad,
O a través de las calles, del gentío rodeado,
Danza como una antorcha su fantasma en el aire.

A veces habla y dice: «Yo soy bella y ordeno
Que por amor a mí no améis sino lo Bello;
Soy el Ángel guardián, la Musa y la Madona».

Poema 45 
¿Qué dirás esta noche, pobre alma solitaria...
De Las Flores del Mal.
Lo bueno es que ahora es más fácil que entonces. Me pongo mis audífonos y quien me mire creerá que habló por el móvil, un loco cibernético a quien irrita tanto recordarte, casi tanto como cuando odiaba callarme mientras te vestías poco a poco para marcharte.
Ahora canto, le cuento a mi guitarra, le entrego mis caricias y desgrano aquellos besos que regamos en hoteles baratos mientras soñábamos que el mundo podía ser mejor.