martes, 16 de noviembre de 2010

Veracruz.



Guía: Mala noche- Buena mesa vámonos p´a Veracruz.
Antonio De Marcelo Esquivel.
Hacer periodismo es ya en si un trabajo difícil, sobre todo cuando la exigencia primaria es la objetividad, esa definición que casi siempre se somete a la discusión y que por lo general queda en entredicho cuando el que escribe se involucra sentimentalmente por filio o fobia al personaje, lugar o tema y termina por escribir con el corazón o el hígado, quizá por ello cada persona en la sana libertad de escoger que le gusta leer toma determinado diario, revista o sintoniza una estación de radio o televisión.
Quizá por ello cuando me siento a la máquina intentó pensar primero que deseo hacer saber a la gente y con qué palabras debe ser impresa, sin que en este intento se note mi presencia y en dado caso el texto sea más una nota informativa con todos sus elementos, lo que no siempre ocurre.
El caso es que este fin de semana 12 al 15 de noviembre (2010) me estrené como reportero de turismo, claro, pensé: que tan difícil puede ser después de dos décadas de hacer periodismo solo se trata de pasármela bien y disfrutar, ya luego escribiré la nota y san se acabó; sin embargo la cosa se complicó un poco por la noche del primer día. Resulta que luego de una opípara comida a base de mariscos, carne en salsa con queso y arroz tumbado con agua de horchata, nos fueron a dejar a nuestros respectivos hoteles, y digo nuestros, porque la asociación de hoteleros del estado de Veracruz tuvo la graciosa y nada inteligente ocurrencia de ponernos a cada reportero en un hotel diferente.
Esta logística de viaje la atribuí a que deseaban que conociéramos los diferentes hoteles con que cuenta el puerto para el turismo nacional principalmente, ya que esta entidad del Golfo de México, aunque colinda con los estados de Tamaulipas, San Luis Potosí, Puebla, Oaxaca y Tabasco y que es el puerto más importante del país además de todo el legado histórico y cultural atrae más a los visitantes nacionales.
En fin algo diferente a lo realizado por otros, así que acepté el hotel Acuario que me asignaron. Colorido por una fuente con vitral emplomado de de colores y que desde la entrada es fresco por tener enormes puertas que dan a la calle y dejan ver su recepción con dos jóvenes veracruzanos atendiendo, una sala de estar con una enorme y pesada mesa de madera y un restaurante de fondo.
Me gustó por el folklore que despide al estar en una zona habitacional a solo unas calles de la playa, aunque de pronto no fue tanto como esperaba, menos cuando entre y me halle con un pasillo con olor a humedad una puerta con el número 305 ya caído, y dentro tan solo traspasar la puerta un ambiente de abandono, cama king size, televisión empotrada a la pared de esas de enorme cinescopio, sin una mesa para trabajar o colocar cosas y un baño con un deprimente lavabo, una tasa y su regadera.
Todo hubiera pasado si la cama no hubiera sido tan dura que impidiera dormir, claro ya imaginarán como desperté, sobre todo porque el sueño lo pude conciliar hasta después de las tres de la mañana, mas por el cansancio que por la comodidad de una mullida cama. La cita para vernos en grupo e ir a desayunar era a las 06:40 y aunque mi despertador fue puesto a las seis en punto no lo escuché, me despertaron los golpes que un empleado daba a la puerta para informar
–Ya lo espera en la puerta la camioneta.
Tuve que lavarme la cara a prisa lavarme los dientes ponerme la ropa así nomas y salir corriendo con la mochila y cámara a cuestas.
Por supuesto que reclame a Dinorath la joven que nos recibió en el aeropuerto, el sitio donde me habían echado y no paré hasta que por la noche me cambiaron de hotel, por supuesto hubo reclamo a la encargada de la agencia, y aunque mis compañeros me recriminaron haber sido tan duro con ella argumente: que al ser un viaje de turismo para escribir de turismo lo menos que se espera es un lugar del que se hable bien o de lo contrario no sirve a los intereses de quien desea atraer a los visitantes.
Por fortuna el segundo hotel donde me llevaron “Colonial”, que está justo entre los portales a un costado de la catedral y la plaza fue mucho mejor en confort, espacio, zonas para trabajar y asearme, aunque tampoco cuenta con enchufes de tres patitas, lo que remediaron prestándome una extensión.
Lo bueno de todo es que Veracruz me conquistó por el estomago y aunque en infraestructura no podría ponerles diez, por la experiencia vivida, si lo haría por la hospitalidad de su gente en Tlacotalpan, por su arquitectura que pese a la inundación logró conservarse, y por su café que me encanta, aunque soy de la idea que hay que ir un poco más allá de La Parroquia, pese a que no pasar a tomar un lechero con su respectiva concha es un crimen imperdonable.
Y es que probar sus parrillada de mariscos, tostadas de minilla, filete relleno de mariscos, ceviche, ensalada de mariscos, tostadas de maricos, arroz a la tumbada, camarones enchipotlados, camarones empanizados, tostadas de jaiba, jaibas rellenas, campechanas, ensalada de camarón, pulpos en su tinta, coctel de camarón, camarones a la crema, sierra en escabeche, o sus tamales de pescado es una experiencia que no cambio por nada.
Debo decir que mi primer pensamiento fue escribir una crónica malsana sobre el lugar donde me quede a dormir la primera noche, aunque luego he reflexionado al grado de pensar que en cada sitio donde se ofrece un servicio hay el esfuerzo de un empresario o una familia que da lo que tiene y puede, pero que desde mi humilde opinión siempre puede mejorar.
La primer feria gastronómica anual ocurrió en un espacio al lado a la biblioteca del puerto y a un costado del museo de la Marina, donde la banda de esta honorable institución tocó hasta que inició el evento central, por supuesto con bailes regionales, cantantes veracruzanos y la presencia del titular de Turísmo del estado, porque el resto de la crema y nata de la entidad se fue a una boda.