jueves, 21 de noviembre de 2013

Odiamos las despedidas

Antonio De Marcelo

Me gustas cuando caminas por las calles del centro,
con ese dejo de libertad y los tacones en su lugar
me gustas cuando miras los aparadores de la calle.
Me gusta tu paso cuando hay tiempo suficiente
y las carreras de tu mano cuando sabes que el tiempo es oro.
Me gusta que nos despidamos porque siempre habrá ese mensaje de te quiero

estar uno de cada lado, porque se que en fondo ambos odiamos las despedidas.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Quiero mojarme contigo

Por Antonio De Marcelo Esquivel

Ya había soñado esa tormenta. No fue como en mi sueño, entonces el agua me mojaba de una manera que tenía miedo, así que corría creyendo alejarme de la lluvia, sin que mis piernas respondieran. Era una realidad obtusa, donde no había lugar para resguardarse. Sin espacio para  esconderse de esa agua que invadía mi cuerpo de pies a cabeza. Era como si me quisiera decir desde el cielo que estaba destinada para mí. Entonces deje de correr, supe que no debía luchar, sólo esperar, que el sol saldría en cualquier momento, pese a todo sentía esa opresión que da la tristeza. Cuando me detuve tenía las manos con los puños cerrados con algo atrapado que escurría a mares entre mis dedos, porque la lluvia no se atrapa ni se llama, ni se despide, solo cae te moja, se marcha, desaparece y está más allá de nuestros deseos. A veces, únicamente cae como un chipi chipi que te moja para refrescar. A quienes no les gusta la lluvia agachan la cabeza, como si de esa manera evitaran las gotas, corren por la avenida y se resguardan bajo un marquesina, otros se cubren con un paraguas y siguen de frente. Pero los hay que nos detenemos a sentirla mojando nuestro rostro y disfrutamos el agua de vida que nos alegra el corazón. Hay, los que caminamos dejando que el viento se mesa entre el cabello, bien que con una taza de café miramos caer las gotas. Otras veces es un aguacero que no se anuncia, empieza simplemente, cae con gruesas gotas y entonces unos sorprendidos corren a bajar la ropa del tendedero. Los prevenidos sacan el impermeable y no se mojan, no se esconden, marchan a paso forzado para no mojarse los pies. Otros nos detenemos para sentir el golpeteo de esas gruesas gotas, que seguro se marcharán en un momento para dar paso al sol como suele ocurrir a finales de mayo. Hay otro tipo de lluvia: esa que inicia con finas gotas y poco a poco arrecia, anunciada por nubarrones negros; pero sólo es agua y si es posible hay que caminar bajo ella, que no respeta lugares, ni rincones, nos moja de pies a cabeza y acabamos empapados, quizá con frío, pero alegres. Un instante, es lo que dura la lluvia, pero es como una vida. A veces le acompaña un gélido viento y titiritamos de frío con la ropa mojada y el corazón alegre. Por eso me detuve aunque sintiera ese desasosiego que causa el sentir como los sueños se escurren entre nuestros dedos, que un beso no se aprisiona se deja libre para ir por la vida de boca en boca, desgastado en versos o reanimado en miradas. Deje de correr entonces, me paré y levanté el rostro al cielo para que mi cara se mojara, que más daba. La lluvia es como el amor, tiene una escala de grises o una escala de colores, blanco con su paleta de arcoíris o negro con la ausencia de la luz. Y los hay que corren a esconderse, los que prefieren mirar desde el café a los amantes comiéndose con la mirada, los que deambulan entre sábanas probando cariños, aquellos que van de van de boca en boca buscando sus besos, los que te toman de la mano y sabes que nunca más se marcharán. Quizá por eso desperté sudando, llorando con un dolor en pecho como si tu me faltarás, quería correr y ver que estabas ahí, pero quizá te burlarías de mi desvelo, así que me recosté de lado y me quede pensando en tus ojos para soñarte otra vez. Un duerme vela en que se dormita sin poder conciliar el sueño; tal vez por eso dejé las sábanas y tome la pluma, como siempre para escribirte poesía a la luz de la luna, palabras llenas de amor, un amor sin tiempo y sin espacio, ideal como los cuentos y libre como las golondrinas de verano. Hoy la tormenta me ha tomado por sorpresa, era lindo cuando la brizna solo mojaba mi cabello y sentir tu mano en la mía me daba la esperanza de un para siempre, cuando dejar tu mitad de tarta era la manera de creer que habría una próxima vez, aquellas veces cuando un mensaje me daba la impresión de mirar tu sonrisa tras la lectura y esperar la respuesta sin importar que tardará días llenaba mis espacios. Hoy la brisa me anuncia que habrá días de desasosiego, que el frío de tu ausencia que siente mi corazón no hallará calor en mis caminatas y que volver a nuestros lugares sólo servirá para alimentar un falso futuro. Pero no cambio por nada y daría mi vida por volver a caminar por la calle tomado de tu mano, mi existencia por depositar otro beso en la comisura de tus labios, mi alma al mismísimo demonio por repetir el único abrazo tuyo que pude tener.