lunes, 15 de marzo de 2010

jueves, 4 de marzo de 2010

Y EL CAMION QUE NO VIENE.

Por Antonio De Marcelo Esquivel.
Estábamos de nuevo en ese cuarto oscuro, pero no me imaginé que fuera ella personaje de uno de mis cuentos, era entonces de carne y hueso, gemía y ahora creo que de puro compromiso para hacerme sentir grande.
Al principio creí que se trataba de una especia de mujer que se guardaba todo, porque no hablaba, no decía nada, solo hacía y se dejaba tocar a pesar de hablar mucho en otros lugares.
Su edad era muy joven para ser una experta, pero no he hallado otra que haga el amor como ella, pese a que muchas mujeres han pasado por mi cama y por mi vida.
Y así se hizo personaje de un cuento que iba a escribir 20 años después, justo cuando regresó a decirme que no me había olvidado.
Casi ni la recordaba, aunque era como una de esas tardes soleadas que te sientas a ver la naturaleza, que respiras el aire fresco y dejas que pase el tiempo sin siquiera reclamar espacio para otra cosas, pero luego te levantas y queda en ti la sensación que ha pasado mucho tiempo, pero que te quedarían ahí otro tanto.
Así fue ella, que se marchó una noche sin siquiera comprometerse a volver al día siguiente. Así vivíamos los días, como alcohólicos, uno a la vez con la promesa de volver al día siguiente.
Era una llamada telefónica:
–Qué haces?
Una invitación y listo estábamos ahí para amarnos, o quizá solo hacer el amor, tal vez copular como animales que embisten y luego se marchan dejando todo atrás.
Así pasaban las tardes, cuando ella tenía que volver al colegio y simplemente tomaba sus libros y sin decir nada se marchaba dejando una estela de esa sonrisa que me atrapó cuando la vi en esa esquina esperando el camión.
No iba a ser un personaje de cuento, solo una charla de desconocidos que coinciden en la parada y como no queriendo hurgan en la vida del otro.
-Este camión se tarda mucho?
Le pregunte como para iniciar la conversación al verla mover nerviosa las piernas y mirar hacia el oriente, como si de esa manera fuera a llegar más pronto el camión.
Yo no sé si me respondió por pura cortesía o también necesitaba conversar porque tras la afirmación agregó:
–Me choca este camión porque tarda y además hace base en cada esquina, luego frena y acelera como loco.
Le iba a decir que para mí era una aventura subir a los autobuses porque ver a la gente es mi profesión, pero me callé, preferí coincidir con su punto de vista en una serie de quejas por el transporte que después de cinco minutos se transformó en una invitación al café de enfrente, al fin que desde ahí podríamos ver cuando aparcara.
De café pasamos a las galletas, más café y de pronto ya estábamos ahí enganchados en una charla sobre nuestras vidas y la oportunidad del destino que nos coloca en los lugares indicados cuando es necesario.
El camión llegó a medio café, pero preferimos quedarnos, al fin que su clase de historia casi terminaba y yo no deseaba llegar a casa tan temprano, de manera que caminamos por el vecindario, primero juntos, luego tomados de la mano.
No sé que me llevó a tomar su mano, solo sé que de pronto corrimos por la avenida ella casi detrás de mí, yo con su mano como en sentido protector.
Ya no nos soltamos, llegamos a una librería y entramos a ver las pastas de los libros, las ofertas y los discos mientras en el fondo sonaba Céspedes a Olvidarte será fácil.
No tome en cuenta la canción, pensaba más bien en sus manos péqueñas, en sus dedos largos, en su cabello descuidado, en los cuadernos escolares, en su mezclilla acabada y esa playera que había visto tiempos mejores.
Luego en las tardes subsecuentes no hubo jeans ni playera ni sostén solo piel y jazz bajo sábanas rentadas que nos cubrieron las escapadas hasta que un día sin decir porque se marchó sin prometer que volvería.
Con el tiempo describí su cuerpo en historias, los cuadernos en cuentos y su cabellera en crónicas de un cerdo, solo para recordar, odas de su silencio al hacer el amor y esa manera de acabar, de sus salidas a prisa sin siquiera decir te quiero. Quizá inventé sus gemidos y su presencia sin querer.
Hoy ha vuelto, pero no promete quedarse, vamos ni siquiera sabe si mañana va volver, otra vez con su silencio acompasado al hacer el amor, ya no gime, viene con sus huidas a prisa de ese cuarto oscuro, quizá solo para hacerme ver que es parte de mi realidad, convertida en otra tal vez para borrarse de mí.