sábado, 19 de septiembre de 2009

Ya no somos más nada.

Por Antonio De Marcelo Esquivel.
Ya no somos más nada.
¡Ya no somos más nada! Así de fácil dejó ella caer la frase en el rostro de Marco cuando este le reclamó no llamarle y tenerlo en el abandono. El parque parecía el lugar ideal para el amor, tranquilo, verde, soleado, niños corriendo por ahí, nieve de limón en la esquina y un reloj enorme en el piso, ideal para amar, para quererse, para caminar, no para ellos que en ese momento terminaban una relación intensa de cuatro semanas.
Claro que cuatro semanas no es nada comprado con toda una vida, pero una vida comparado con todo lo que se pude contener en cuatro semanas, casi 25 días de sexo, de besos, de manos entrelazadas y palabras tiernas al oído.
El no llamaba mucho, más bien trataba de mantenerse alejado, mientras que ella buscaba los momentos apropiados para decir te amo a la menor provocación.
Pero, qué terminó con ese amor, solo ella podría saberlo puesto que soltaba de esa manera impune y vil una sola frase: ya no somos más nada, y con ella se iba todo el amor que había jurado mientras hacían el amor, mientras se despedían cada noche a la puerta de su casa en esa calle de la colonia Roma.
Marco había ya pensado en esa posibilidad, pero no se acababa la vida con sufrimientos adelantados, prefería pensar en ella como en la muerte eterna, como en la vida que no se acaba hasta que se deja de respirar.
La miraba como una diosa, como una virgen y a la vez como el retrato de la mujer que deseaba tener sobre el buró de la cama cada noche, solo para voltear y comprobar que se parecía un poco a la mujer que respiraba pausadamente a su lado.
Más hoy todos esos sueños se iban por el caño con una sola frase, unas palabras que con todo su peso le cayeron como pesadas losas en el ego, en el orgullo y en el amor propio.
Ya lo habían terminado mil veces, había sufrido el tedio de la soledad y la pesadez de una relación destructiva, pero en esto le iba la vida, le iba el futuro y le iba el amor.
Qué hacer, a dónde ir, cómo respirar sin tener la necesidad de llamar una y otra vez, sin escuchar su voz, su sonrisa por teléfono, sus palabras mordaces y sus respuestas alocadas.
Cómo decirle al corazón no amarla más, pensar en ella como el pasado, dejar de quererla así como así.
Qué respuesta era la mejor en esos casos cuando tu otro tu se reconoce como algo inexistente en tu vida, cómo reaccionar ante el “no somos más nada”.
Qué hacer cuando ya no enciendes la piel de ella, cuando tus besos le son ajenos como una vendedor de salchichas en la esquina, cuando sabes que no habrá más tardes de hotel, ni más juegos de socialización, cuando bien sabes que extrañaras sus besos, sus piernas, su inmensa espalda, sus caderas y sus miradas húmedas de necesidad.
No somos más nada era algo más de lo que se puede soportar en carne propia, en el corazón, en la vida.
Pensarse caminando solo por las calles yendo, viniendo andando a ninguna parte.
Marco sabía que todo era posible en el juego de la vida, pero no que fuera tan pronto ese sentir de que los años se agolpan en los ojos, sentirse viejo en un solo instante como si de pronto el tiempo se depositara en el rostro, en un solo cansancio.
No somos más nada como si se pudiera transformar el amor en un abrir y cerrar de ojos como si se pudiera dejar de amar a placer, como si fuera posible acabar con esa entidad que es el amor y que está más allá de nosotros mismos, porque amar es un verbo que se conjuga supinamente.
Yo amo, tu ya no me amas, él ama, nosotros amamos, ellos creen amar…

domingo, 6 de septiembre de 2009

Dentellada

Por Antonio De Marcelo Esquivel
Hola peludo. Ven, siéntate de nuevo aquí a mi lado, dime, dónde has estado, ¿acaso crees que te mandas solo? Si, está bien, ya sé que eres un animal que se rige por sus instintos, pero creí que eras más que mi amigo y los amigos están para cuando uno los necesita, como aquella vez cuando te conté lo de Puebla, recuerdas; ahora creo que lo tengo en el sótano de la mente, incluso de mis pláticas, pero a ti no te puedo guardar nada, tu sabes casi o más bien creo que todo de mi, como que eres otra parte de mi mismo.
¿Sabes? Hay algo que me parte la madre bien cabrón, tan cabrón que hasta pensé hoy mismo en la mañana que necesitó un psicólogo, de esos a quienes les cuentas tus pedos y luego ellos te dicen que eres un pendejo y que debes ser mejor persona, pero luego decidí que no tengo porque contarle mis penas a un o una que ni conozco, por eso preferí venir a buscarte.
Si, sabía que te iba a encontrar aquí, dónde más se puede hallar a un peludo solitario, hijo de la chingada y cabrón que anda huyendo de las multitudes sino entre las sombras de la noche, en la oscuridad del anonimato, caminando bajo la luz de la luna seguro que no cualquiera se acercaría a una bestia en una noche como esta.
Pero tú a mi no me puedes matar, porque en eso te iría la vida. Pero vamos no vinimos aquí para hablar de tu naturaleza, quiero contarte una cosa de esas que a veces me duelen muy cabrón y me hacen vulnerable, una de esas cosas que tú mismo me contaste.
Yo entonces solo quería marcharme, andar por tierras lejanas, no´mas para conocer el mundo para saber qué se siente estar del otro lado del mundo, para cumplir mi sueño, ese que te he contado siempre, de marcharme lejos donde nadie me conozca y vivir mirando todo, solo mirando.
Pero tenía que llegar ella, yo no la llamé, te lo juro, ya te había platicado, solo apareció una noche por mi vida y se instaló como si nada, tomó mi cuerpo de su refugio, mi corazón de almohada, mis palabras de cobijo y cuando despertó al contrario, no se marchó, se quedo abusando de las palabras de te amo.
No me mires de esa manera, sabes que me matan, a ti no puedo mentirte, decirme te amo es como invitarme al futuro, es como tender una cama para mi sueño incluso una caricia al corazón.
Otra vez esa mirada, qué quieres soy un ser humano, una persona de carne y hueso, no soy la máquina que a veces trato que la gente vea jejejej, como dice la canción mi sangre también tiñe de rojo.
Jajajaja, no te rías por favor, si ya sé que me vas a decir -–eres un pendejo, pero no lo digas, eso ya lo sé, lo que te quería contar, no contar, más bien pedirte un consejo, uno de esos de cómo actuarías tú en mi caso, bueno, ya sé que tu y yo no somos lo mismo, además como que no me sale muy bien eso de ser como tú, ya sabes yo soy un poco más sentimentalón, me doblan con unas lágrimas y yo si quiero un futuro donde sonreír, aunque ni siquiera percibo si habrá un futuro.
Ya dime algo, no vine por una cagada de esas que acostumbras con solo quedarte callado sin siquiera mirarme, acaso crees que es tan fácil marcharse, dejar todo atrás, ¿y dónde queda el presente, donde quedan los besos, donde escondo la necesidad de su piel, de sentir sus manos, de su mirada su sonrisa, de escucharla cada día dime chingaaa dónde busco el calor que me da su mirada? ¿cómo le pido que me ame cuando tu mismo le has dicho que no me ame?
Llorar, no mames pinche peludo no estoy llorando, los cabrones no lloramos, , no nos doblamos, no sentimos dolor, pero yo mi querido peludo soy un caído en combate, neta, es algo diferente.
Pero qué? Llegó y la de sin susto le digo que le doy todo lo que soy, ¿y que chingados soy?
Eso lo vez tu mi querido peludo, pero no s si pueda vero yo algún día mi querido hermano, es más me veo en el espejo y no te miro ni me miro a mi mismo, veo a uno diferente, a uno que no conozco y me siento débil, me siento del nabo.
No te vayas, qué es esa mamada de busca en tu corazón, no mames pinche Lobo, la mo cabrón, neta que la amo.