martes, 7 de agosto de 2012

Deja vu


A kilómetros

Por Antonio De Marcelo Esquivel.

Un frapuchino mango maracuya es mi compañía, hoy no es el ron de anoche, ni las carcajadas de desconocidas y desconocidos que al rededor tomaban y discutían sus cosas, y sin embargo es como un deja vu que me lleva y me trae en el tiempo, como si de pronto mi reloj biológico se hubiera descompuesto y no pudiera situarme en un espacio temporoespacial, atrapado en el pasado pero viviendo el presente, como en esas películas extrañas donde se está en un momento pero de pronto la imagen es de algo que paso hace tiempo, y no me molesta, al contrario quisiera vivir así, rehaciendo cada instante como para vivirlo de nuevo, tal vez por ello regreso la cinta tantas veces hasta grabarme cada palabra, cada suceso, cada paso un sin fin de cosas que el tiempo y el destino fue tejiendo con nuestras vidas como esas bufandas que hacen las mujeres casi de manera automática.

Aun recuerdo esa tarde, en que el tedio de no querer leer mas a Foucault y su péndulo me llevo a la guía telefónica y como descolgué el aparato para pedir la hora, ya mis amigos me habían dicho que el 03 podría servir para conocer gente, pero la verdad siempre pensé que se trataba de una broma, hasta que Levante el auricular y marque casi de manera automática el numero, aunque solo para empezar a decir como loco un

.- hola, hola.

Hasta que alguien en ese espacio atemporal dijo desde cualquier lugar un

. - hola, hola.

Yo no sabía que responder, así que dije de nuevo hola, con lo que empezó una extraña platica, quien eres, donde estas, cómo te llamas y un sin fin de preguntas que nos llevaron a proporcionar nuestro número telefónico y claro de ahí vino la llamada, yo estaba nervioso, pero no lo demostré, me porte claro y firme durante esa y decenas de llamadas que se sucedieron por días, por semanas, por meses en una pospuesta cita que ya se demoraba bastante. Creo que nos conocíamos demasiado para ser dos desconocidos, ella una mujer casada hundida en el tedio de un marido celoso dos hijos en edad escolar y yo un loco aventurero solitario, amante de la buena mesa y la mejor cama. Es cierto mi primera intención fue tirarme a esa mujer y luego salir corriendo como siempre, con la prisa que siento después de coger, iba a decir hacer el amor, pero el amor no se hace, se alimenta y acaso de destruye, así que la palabra correcta es coger, mas algo paso de pronto que cambio toda la historia, no sé si fue durante el viaje o quizá ocurrió mientras la besaba o quizá cuando simplemente me instale en su vida, lo cierto es que hubo un momento en que empecé a necesitarle irremediablemente, razón que me hizo tomar ese autobús y recorrer 560 kilómetros hasta su encuentro, un encuentro que no puedo olvidar, como dejar atrás el momento justo cuando llego corriendo al hotel donde me había hospedado y sin siquiera mediar palabra nos prendimos en un beso eterno enmarcado en un abrazo que aun tengo en las manos, su blusa resbaladiza entre mis manos, su cuerpo menudo que podría apretar y apretar, aunque no lo hice, tenía miedo que de pronto se desmoronara entre mis brazos y fuera solo ese sueño malvado cuando uno abre los ojos y nada es cierto, tal vez por eso dejamos que el discurso corporal dijera los te quiero y desgranara las promesas de amor mientras nos sentíamos el uno al otro ella con ese temblor en los labios y yo con la prisa de probar su cuerpo en esa cama de hotel con paredes azules, un espacio donde mis manos no hablaban, gritaban hurgaban en su piel, buscaban grabar cada centímetro de piel, cada beso depositado en ella, y entonces bese de nuevo su cuerpo, probé sus tetas que al contacto con mis labios respondieron al llamado de la fantasía, bese su vientre lugar de magia y milagros, halle sus manos y las lleve a mi cuerpo, admire sus pies y quise que fuera mía para siempre, pero un fantasma rodeaba el lugar y quise llorar, desgarrar el momento y correr como loco, cosa que no hice, no por no tenerla, si no por ser tan mía que sufría de adelantado tener que marcharme, fueron segundos, después halle la puerta al cielo y con mis dedos de bajista empuje la puerta del paraíso solo como una promesa del nirvana, tome su mano me hundí en sus ojos verdes y hubiera muerto de buena gana entre sus piernas mientras alimentaba su ego con mis palabras en tanto le dejaba sentirme y le sentía tan tierna y bella que nada mas nos importaba en la vida, ambos con los ojos húmedos de lujuria ambos bestias que se entregaban al placer de la carne, ahí no era esposa, no era madre, no era hija, era mujer, una mujer que sedienta de palabras apenas podía decir un te quiero mientras cerraba los ojos y rasguñaba mi piel desgarrandola como queriendo hallar al otro yo que estaba dentro de ese lobo que la poseía loco y desenfrenado, que sin misericordia la amaba y le exigía tomarme entre sus labios para morir una y otra vez hasta explotar en pedazos dejando nuestros besos regados por la habitación, besos que resbalaban por su rostro, entre sus tetas y hasta su vientre mientras me miraba de nuevo tierna y sensible con esos ojos verdes que me hipnotizan.

domingo, 5 de agosto de 2012


Gajes
Antonio De Marcelo Esquivel.
Casi nunca hago entrevistas a domicilio, no es algo que acostumbre, quizá porque considero el oficio de periodista más público que privado, aunque algunas veces llevo uno a ese plano las entrevistas y no siempre salen bien; sin embargo ese día decidí que si quería arrancarlo algo a esa mujer de mirada tierna y sonrisa difícil eso únicamente podría ocurrir en su terreno, un lugar que le diera confianza y al mismo tiempo la tranquilidad de sentirse en su territorio, a salvo de depredadores y mirones, tal vez porque tenerla en territorio neutral parecía tan impersonal y lejano que acaso respondía con monosílabos o movimiento de cabeza, lo que no siempre se convierte en material digno de una nota informativa, tal vez por eso ahora estaba en ese sillón negro de piel que rechinaba con cualquier movimiento, lo que por supuesto siempre desconcentra; no hay como la pliana o no se algo que no haga ruido, ya desde que llegué me habían ofrecido algo de beber así que tenía un vaso de vidrio con hielo y whisky que sudaba de frío mientras le miraba de reojo con las ganas de tomarlo de un sorbo, aunque me contuve, no quería que descubrieran mi verdadera personalidad de bohemio, bueno algunos le llaman diferente, en fin, de pronto escuché su taconeo, aunque no era el clásico taconeo de oficina, apurado y sin compás, más bien era acompasado, uno tras otro con tiempo, con espacio, sin prisa, casi sordo sobre todo cuando empezó a descender por la amplia escalera de madera que servía de marco para admirar que bajo ese vestido entallado color vino había un par de piernas espectaculares que se marcaban con cada paso y aunque en ese momento no lo pude notar seguro era que sus caderas eran imponentes, aunque en ese momento llamó más mi atención su piel clara casi blanca, aunque sin llegar al alba nieve, que hacía perfecto juego con la tela del vestido que caía tan natural que parecía haber nacido con él.
Cuando llegó al último escalón ya estaba yo ahí extendiéndole la mano, en parte para ayudarle a bajar y en parte para saludarle, aunque ella la tomó y no la soltó, así que caminamos casi tomados de la mano hasta el mismo sillón negro para la entrevista.
Tenía mi cámara a la mano y me hubiera gustado empezar con las fotografías, pero preferí dejarlo para el final, de manera que saque la grabadora y la puse sobre el asiento, aunque ella dijo no sería mejor aquí, señalando el lugar justo donde se juntan las tetas, donde claro la grabadora quedaría perfecta, aunque a mi me hubiera gustado poner otra cosa ahí mucho mejor que una grabadora. Cuando dijo no sería mejor aquí además se señalar abrió los brazos y echó el pecho hacia delante ocasionando que ese hermoso par de tetas resaltara aún más y la redondez se remarcará mucho más como queriendo escapar de esa prisión que se llaman copas. Fue un segundo únicamente pero para mi fue como un millón de años cuando al poner la grabadora mis dedos apenas tocaron su piel, ara algo firme pero delicado, y tibio como un beso que me imagine posando mis manos y mis labios en ese par que invitaban al pecado.
El resto de la entrevista ni la recuerdo, me perdí en sus ojos, en su manera de mover la boca al hablar, en la forma de su rostro cuando arqueaba las cejas, en el perfil mostrado al mirar de lado y sobre todo en su manos que me hipnotizaron tan solo de mirar su movimiento que era como de una mariposa revolotenado por aquí entre nosotros.
Entonces empezó a hablar, se despojó de todo, narró una historia increíble de traiciones, amor, desamor, dolor y más dolor. Hubo un momento que las lágrimas casi le impidieron hablar, aunque no le interrumpí ni siquiera para consolarle, le deje hablar, que al fin era lo que deseaba, finalmente terminó, se levantó dio las gracias y se marchó. Yo me fui sin siquiera probar mi whisky y sin mi grabadora que seguirá entre sus tetas o que se yo, ahora me toca redactar su historia, solo que lo único que recuerdo es lo que ustedes han leído.