lunes, 23 de abril de 2012

De Johnny Walker y como ponerle en la madre a una relación.

Por Antonio De Marcelo Esquivel.
Dejamos los libros en el piso, la ropa, los zapatos, las chamarras y no hicimos el amor, nos metimos entre la sábana solo para estar ahí, juntos, muy juntos como si quisiéramos quedarnos así para siempre; claro nadie se hubiera imaginado en la escuela que Brenda y yo estaríamos en un hotel barato cuando debiéramos estar en clase de Literatura Mexicana ; se llamaba Maria creo, pero le llamábamos la la flaca, quizá por alguna suerte de odio, la verdad es que ni me acuerdo por qué de aquella mala vibra, solo que le decíamos así como si de esa manera le restásemos personalidad a su estatus de profesora y la relegásemos al estadio de una más en aquella facultad de Filosofía y de snobs, que a cada paso decían un pendejada más, en cierto modo Mariana no decía pendejadas, más bien era como esas personas que se aprenden tantas cosas de memoria y parecen una biblioteca que poco se les entiende. Quizá es por ello que Brenda y yo preferíamos aquellas escapadas al Centro Histórico solo para caminar entre edificios, casonas y coches hasta encontrar nuestro locus amenus, casi siempre era un café, una banca de parque, un iglesia, un banqueta, una cocina económica, aunque invariablemente terminábamos en el primer hotel de paso que se nos ponía enfrente, eso que decíamos era mejor para aprender la literatura que las insufribles horas de clase, bueno cada quien lee como puede; ella y yo preferíamos desnudar nuestros cuerpos, yo no sé si el alma o el espíritu más bien creo que eso es una mamada, nos encuerábamos para estar cómodos, para coger, para sentirnos, para mirarnos, para maltratarnos, para burlarnos de nosotros mismos y como siempre al final terminar haciendo el amor como si en ello nos fuera la vida. Luego o antes leíamos a Charles Bukovski, ese jodido alemán que solo puede estar en dos lugares tomando whisky o drogándose y tirándose a una puta. Entonces abríamos la botella de Johnny Walker y tomábamos derecho como los grandes, la verdad es que sabía de la chingada, pero hacíamos esfuerzos por tragar aquella madre hasta el final, yo no sé por qué las mujeres aguantan tanto, o si es que a ella no se le notaba el pedo, porque yo terminaba hasta la madre de borracho. A veces quedábamos exhaustos en aquella cama que no era nuestra y así abrazados dormíamos horas hasta que alguno abría los ojos y decía –puta madre es tardísimo, ella porque debía llegar a casa para ayudar a su madre y yo porque tenía que entrar a trabajar así que nos parábamos en chinga a buscar cada quien su ropa y por lo general a gritarnos como si el otro fuera responsable de las cosas del otro –no mames donde pusiste mis calzones, pásame los zapatos préstame tu cepillo, de peinar por supuesto, bueno que si hubiera sido el dental seguro nos lo habríamos entregado, así éramos uno y el otro libres y a la vez dependientes de nosotros mismos al grado de hacer escenas de celos y luego reclamar con aquel dejo de:
-No mames mes estás celando, claro para responder luego
-Ni madres por mi puedes darle las nalgas a quien se te dé la gana, bueno en mi caso, en el suyo decía
-A mi me vale madres a quien te andes cogiendo, es tu bronca, ya te dije que en este barco estamos mientras no haya pedo porque si un día vale madre yo saltaré primero como las ratas.
Eso de verdad me partía la madre, me dolía pero con aire de suficiencia decía:
-Por mí puedes largarte a la chingada si quieres ahora mismo, en el fondo no quería que se fuera nunca, es más, si por mí hubiera sido le hubiera gritado a todo mundo: –me ando cogiendo a esta vieja, no por el hecho de tirármela propiamente, sino por aquella cercanía que teníamos, por defender lo que en el fondo hacía propio, que era ella misma, no sé, de alguna manera marcar mi territorio como los perros, una forma de hacer sentir mi presencia en su vida, cosa que nunca hice por temor a sus aires de suficiencia y a que ella sentaba nuestra relación en aquella libertad de no ser ni siquiera de nosotros mismos, estaba cansada de los novios tiranos y los celos enfermizos, de un agente de ventas que la esperaba frente a su casa todas las noches únicamente para decirle que la amaba y que sería su perro si ella así lo deseaba, pero al que respondía con mis frases: – Debías tener un poco de dignidad y marcharte a casa, a ver si aprendes a respetarse a ti mismo.
Por ello es que la dejaba ser, incluso de pronto desaparecía de su vida uno, dos o tres días o una semana, una manera de darle respiro a la relación, de sentir que podía vivir sin ella que podía prescindir de ir tomar Jonny Walker, de leer a Bukovsky, de beber en su vientre, de viajar por entre sus largas piernas, de hundirme en su cabellera, de beber sus labios, de cabalgar en su ser, de respirar su aroma de creer que para siempre no es mucho tiempo.

Abraza la oscuridad
La confusión es el dios
la locura es el dios
la paz permanente de la vida
es la paz permanente de la muerte.
La agonía puede matar
o puede sustentar la vida
pero la paz es siempre horrible
la paz es la peor cosa
caminando
hablando
sonriendo
pareciendo ser.
no olvides las aceras,
las putas,
la traición,
el gusano en la manzana,
los bares, las cárceles
los suicidios de los amantes.
aquí en Estados Unidos
hemos asesinado a un presidente y a su hermano,
otro presidente ha tenido que dejar el cargo.
La gente que cree en la política
es como la gente que cree en dios:
sorben aire con pajitas
torcidas
no hay dios
no hay política
no hay paz
no hay amor
no hay control
no hay planes
mantente alejado de dios
permanece angustiado
deslízate.
Charles Bukowski: