jueves, 10 de octubre de 2013

Quizá


Por Antonio De Marcelo

Mientras me alejaba percibí de nuevo el perfume que dejó en mi muñeca. Lo aspiraba profundamente para no olvidarlo nunca, como si en ello me fuera la vida, como si se tratara de mi droga, como si respirarle fuera la única manera de sobrevivir. Yo quería tener de fondo un buen jazz, estar en cualquier lugar, menos en el metro, pero ahí me toco estar. Percibir ese perfume me hacía estar un poco con ella, tener de fondo a SIN BANDERA, sentir que su presencia estaba adherida a mí como los besos que nunca me dio, esos que soñé tanto tiempo al grado que podría jurar su boca sabe a cerezas. Era cómo un juego de feria, uno de esos donde uno sube al cielo como si saliera disparado y luego cae vertiginosamente, aunque nunca hasta el suelo; sólo al grado de sentir un vacío en el estómago. Justo como ella me hacia cada día, de tarde en tarde, cada noche con sólo mirarme, con sólo tocar apenas nuestras manos, con sólo una que otra palabra dejada por ahí como olvidada, como sí no supiera que una sola de ellas bastaba para hacer que mi estómago revoloteara, que mis sentidos se alertarán, que mí piel respondiera, que mis labios reclaman su boca, que mis manos buscarán las suyas, que mis te amo quisieran salir a borbotones y que siempre transmuté por un millón de te quiero, por un millón de silencios y por una cara dura que escondía todo el amor que le tuve reservado. No se, quizá fui yo quién dinamitó el amor con peros y vueltas de tuerca suicidas, con palabras bien colocadas para volar el corazón en mil pedazos, que al fin ya estaba roto y no había necesidad de lastimar el suyo. Otra vez respiré su perfume con los ojos cerrados, lo grabe en mis sentidos, igual que su forma de andar, como cuando llegó a aquel café de la ciudad, casi como flotando, avanzando linda, hermosa, mi señora, mi deidad, el objeto de mis deseos y la razón de mi sin sueño.
No era mi intensión que fuera una historia de mis confesiones, hasta que hallé aquella frase que pudo describir tan bien la conexión a su persona:

Mi amor por ti no solo es asunto mío,
también tuyo.
Mi amor dice algo de ti
Que quizá tu misma no conozcas.

(Jacques-Alain Miller /Châteauroux, 14 de febrero de 1944, psicoanalista lacaniano francés)

Claro un día tenía que ocurrir, que mis frases robadas entraran, a veces, tan forzadas, que quizá llegaron a carecer de sentido, tan lejanas que no lograron establecer un diálogo con mi musa, con mi dama complicada e iracunda, a quien solo quise decir que mi amor por ella tiene tanto que ver con la mujer que tal vez ella no conoce, esa para quien el gris tiene toda una escala, la misma que logra hacer realidad los sueños, esa que sabe mirar de una manera que hipnotiza, que suelta la cabellera de tal manera que despide luz.
Aún aspiro las gotas del perfume que dejó en mi muñeca y regresa ese mundo donde todo es posible…

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