martes, 24 de septiembre de 2013

¿Dónde están los te amo?


Por: Antonio De Marcelo Esquivel

Me fui sin siquiera escuchar un te amo. Te lo hubiera agradecido tanto. Pero no lo hiciste, sonreías con esa manera tan tuya de mover la cabellera y soltar las miradas.
Aún pude ver tu caminar como los barcos en altamar, lento, tranquilo hasta perderte entre las escaleras de la estación Polanco, siempre hacia arriba, dejando que todo mundo te mirase con ese descaro que te caracteriza.
Quería correr tras de ti, pero como siempre me contuve, como si estuviera pegado al piso. Amarrado al espacio con ese orgullo que tanto odias.
Como siempre me costaba dejarte marchar, deseaba tanto abrazarte, percibir tu perfume, enredarme de nuevo en tu roja cabellera y soñar que para siempre no es mucho tiempo.
Me quede ahí parado, con las ganas de sentir tus brazos alrededor de mi cuello, tu respirar muy cerca y mis manos sosteniendo tu cintura.
Quería conversar como hace los amantes, caminar contigo tomados de la mano, discernir sobre las canciones que robo para decir mis te quiero, pero ya estabas lejos, quizá caminando sobre Mazarik, confundiéndote con esos maniquíes que tanto se te parecen, linda en avance, en tu mirada, en tus palabras, en tus manos, en tu boca, en todo y tan lejos de mí.
Que razón tenías cuando repetiste tantas veces, “es aquí y ahora”. Entonces quería perpetuar los momentos, arrancarle tiempo al tiempo.
Recuerdas que no soltaba y besaba tu manto, que de vez en vez besaba tu rostro y te miraba con esas ganas de grabarte en mis recuerdos? Quizá para que en tu soledad llevaras tu mano a la mejilla, a tu boca tal vez y repasaras esos besos que dejé para ti.
Para mí lleve la tersura de tu cara y ahora puedo cerrar los ojos, tener tus manos entre las mías, para perderme en el espacio del tiempo y la distancia, tal vez recuperar mis besos uno a uno, esperando el momento de colocarlos de nuevo. Mas que eso puedo recordarte como si te hubiera visto ayer.
No sé cuánto tiempo estuve de pie mirando el piso, dejando pasar el transporte público, escuchando el tururu  en cada parada y salida del metro, dejándome mirar por las conciencias decentes que no saben distinguir los dolores.
Y me hubiera hecho tanto bien un te quiero en ese momento, pero las voces de la calle se confunden y los te quiero se los llevan los amantes pegados al cuerpo como los besos de despedida.
Me arrepentí de no haberte dicho te amo como despedida, pero ya era tarde, tu estabas en tu mundo y yo en el mío, desgastando los te amo en historias que a veces llevan un poco de mi, guardando los te quiero para esas noches cuando tanto te extraño, esculpiendo mis poemas en que dilapido las frases que debía decirte al oído.

Recogiendo historias para darles forma en mis confesiones, siempre con el temor de decir te amo sin dejar de mirar tus ojos.

No hay comentarios: