martes, 3 de septiembre de 2013

Las uñas de gel




Las uñas de gel
(Leer con este link de fondo)
Por Antonio De Marcelo Esquivel

Ahora mismo recuerdo sus ojos mientras lloraba, era como una Magdalena, aunque no arrepentida de sus pecados, mas bien contrariada por la injusticia de la vida y desesperada por hallar una puerta, así que enjugue sus lágrimas con mi pañuelo de algodón, una a una recogí sus lágrimas incluso con mi dedo anular mientras sentía la tersura de su rostro. Entonces levante su cara tomándola por la barbilla y al mirarla con detenimiento pude percibir el dolor que había en esa mirada que suplicaba por un abrevadero de paz, ya habían sido muchas noches sin dormir, muchos días deambulando por la ciudad en busca de respuestas, en busca de soluciones, tal vez únicamente de un hombro para llorar a mares dejar salir toda esa tristeza que se había acumulado en su alma y que minaba su corazón de mujer.
Quería preguntar más cosas, saber de su vida, de su pasado, de su existencia, pero me contuve y solo la mire detenidamente durante varios minutos enjugar sus lágrimas y sollozar como si de esa manera se liberara de un peso cargado durante mucho tiempo, como si al llorar gritara todo eso que había guardado durante tanto tiempo. Ahora ya no decía nada, solo lloraba y miraba el piso dejando caer una que otra lágrima que reventaba contra el piso atraída por la gravedad.
He estado en muchas situaciones, unas comprometidas, otras de peligro y las más de presión, en las que debo actuar, decidir mi siguiente jugada en segundos antes de ser aniquilado con palabras, frases actos decisiones, creo que por eso me dicen “La Cobra”, porque atacó y mato de un golpe certero justo a la yugular a la zona mortal inyectando palabras venenosas con sorna, ironía, humor negro que lastima, que acosa, que encabrona; pero esta vez no era el momento, por eso pose mis manos en la mesa y espere mientras escaneaba su cabello tenido de amarillo, su cara sin maquillaje y aún así bella, sus manos largas con anillos de oro en cada dedo y esas uñas de gel que nunca podré olvidar, sus piernas largas en ese pequeña falda de azul eléctrico, su blusa blanca ceñida hasta el cuello con borlas de tela en el frente que hacían parecer que el tamaño de su pecho era mayor, sus pies en zapatillas del mismo color de la falda y el bolso tan acorde a todo eso, que en un momento imaginé uno de esos maniquíes de tienda de ropa.
Mientras la miraba dejó de llorar, y sin saber cómo de pronto tuve sus manos en las mías o mis manos en las suyas, no lo se, ahora no podría decirlo, porque ya estaba metido en sus ojos que me miraban como si de verdad creyera que ahí estaba la respuesta que tanto esperaba.
Cuando nos despedimos me quedé con el olor de sus manos, su presencia imponente y la promesa de interceder por ella.
Las citas se repitieron luego una tras otra, ahora no con las lágrimas del primer día, ya tranquila con una amplia sonrisa con respuestas a sus problemas y con ganas de seguir adelante.
El cómo llegamos a la cama no lo se de cierto, solo recuerdo que un buen día mientras mi mano se posaba sobre su pierna con media de nylon reclamó no ser directo y decirle me gustas, ni siquiera se lo dije, había una comunicación de miradas tal que ahí decidimos meternos a un cine, ese que esta por la calle Bucareli, ni siquiera recuerdo el titulo de la película, solo que mis manos desesperadas ya hurgaban entre sus ropas sobre esos asientos de la última fila, yo sintiendo con las fibras de la palma de mi mano esas medias de nylon en sus piernas que poco a poco se fueron separando sin siquiera ejercer presión, que dejaron a mi mano ir a donde quisiera, un tacto que se perdía en ese laberinto de primer grado mientras nuestros labios querían comerse uno a otro, dos bocas que se buscaban se succionaban se mordían en besos húmedos y largos sintiendo la suavidad de los labios, el sabor de dos amantes que querían sentirse cada vez más.
No se por qué escuchaba de fondo canciones de   John Lee Hooker, pero fue el ritmo perfecto del blues que le daba ritmo a los besos y a mi mano que ahora pugnaba por traspasar esa frontera de tejido, elástico receptáculo de una humedad propia de esta lujuria que nos amarraba a la oscuridad, yo no halle cómo.
Ella sí, cuando sin mas y con maestría logró romper el cerco del ziper y en hábil movimiento encontró mi erección primero sobre la trusa y luego piel con piel ya sin miramiento, sin pena, sin medida, en ese movimiento lento pero firme el justo necesario para jalar dejando recorrer la piel de arriba abajo lenta pero con ritmo, perturbando mi respiración porque sin dejar de besarla intentaba darle placer y obtenerlo de su mano que no cejaba en el empeño.
Con John Lee Hooker de fondo
! oh baby!
 !oh baby!
“Desearía poder dormir en la cuna de tu amor, otra vez
Que alguien llore por mí, con ojos secos
El verdadero folk blues
Tan sólo quiero sentir una verdadera pena
No es tan mala una vida en el río turbio
si la vida sólo pasa una vez” .

Ya era demasiado y al oído me dijo
–Vámonos
y sin preguntar
-A dónde
Guarde mi erección y salimos tomados de la mano, más cercanos, más amantes, más cachondos, prodigándonos besos a cada paso sin deja de caminar tomados de la mano.
Sería mucho contar que mientras subíamos las escaleras del hotel puse mi mano sobre sus nalgas como queriendo poseerlas ahí mismo y así avanzamos por el pasillo ella prendida de mis labios yo de sus nalgas rosando su pierna con mi erección en ese recorrido que más bien era el preámbulo de una entrega total.
Espera, me dijo antes de todo y se perdió en una puerta, dejándome en medio de la habitación más bien fría con un televisor viejo de esos de enorme caja, prendido a la pared con una estructura de ángulo pintado de negro, una silla de madera, una luna enorme de espejo ya gastado por la humedad y el tiempo, una cama con colcha roja que hacía juego con las horribles cortinas que recorrí para no dar lugar a vouyerista o los chismosos de la vecindad de enfrente, y sobre la mesilla un frasco con agua, dos vasos y un condón de marca chafa.
Cuando regresó, aún estaba en medio de esa habitación como detenido en el tiempo con mis ganas de besarle y con mi erección a mil.
Desde ahí contemple de nuevo su espalda, sus nalgas, esas enormes piernas en zapatillas mientras se lavaba las manos y sin más avance como tigre sobre su presa, prendiéndola con un beso en el cuello sin permitirle dar la vuelta haciéndole sentir la dureza de mí, sobre su cuerpo y creo que en su cabeza aún estaba 
John Lee Hooker:
“Es muy tarde para gritar que te amo
El viento aún está soplando, mi corazón aún duele
Una parte de mis ojos puede ver el mañana
y la otra parte sólo ve el ayer”.

Porque sus movimientos seguían los míos en un acompasado ir y venir en ese recorrido hasta la cama donde le impedí despojarse de las zapatillas y la falda, de la blusa y el carmín.
Quería sentir sobre mis manos la tersura de la tela sobre sus tetas recorrer su espalda con ambas manos sobre esa blusa de satín, de nuevo mis manos en sus  nalgas sobre esa falda que ceñía su cuerpo y le hacía ver tan bien, que me perdería mil años ahí mismo, embarrarme del labial mientras besaba su boca nadar en ese vientre sin despojarse de la blusa acaso hallarlo poco a poco.
Ella en cambio arrancaba cada prenda mía y la arrojaba al piso a la cama a la mesita a donde fuera, hasta quedar solo en mis botas todoterreno con ella tomando mi erección con fuerza, con firmeza, asida a mi desde ese frente. fundidos en un beso que se alargó mil años en los que su mano navegó asida a mi cuerpo tomados cada uno con una o ambas manos y de fondo
John Lee Hooker
No describiré que abrevamos uno del otro hasta lograr la simiente, hasta explotar en un millón de versos hasta penetrar nuestros pensamientos yo amarrado a sus besos ella arañando mi piel una y otra vez con esas uñas de gel que aún tengo clavadas en la piel, otra vez llorando como al principio. Ahora sus lágrimas en mi pecho.

“Esperanza sin esperanza, y una oportunidad con trampas
Lo que es correcto, o equivocado
Son dos caras de una misma moneda
¿Cuánto más debo vivir hasta ser libre?
El verdadero folk blues
El verdadero folk blues
Tan sólo quiero sentir un verdadero placer
No todo lo que brilla es oro”


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