Las uñas de gel
(Leer con este link de fondo)
Por Antonio De Marcelo Esquivel
Ahora mismo recuerdo sus ojos mientras lloraba, era como una
Magdalena, aunque no arrepentida de sus pecados, mas bien contrariada por la
injusticia de la vida y desesperada por hallar una puerta, así que enjugue sus
lágrimas con mi pañuelo de algodón, una a una recogí sus lágrimas incluso con
mi dedo anular mientras sentía la tersura de su rostro. Entonces levante su
cara tomándola por la barbilla y al mirarla con detenimiento pude percibir el
dolor que había en esa mirada que suplicaba por un abrevadero de paz, ya habían
sido muchas noches sin dormir, muchos días deambulando por la ciudad en busca
de respuestas, en busca de soluciones, tal vez únicamente de un hombro para
llorar a mares dejar salir toda esa tristeza que se había acumulado en su alma y que minaba su corazón de mujer.
Quería preguntar más cosas, saber de su vida, de su pasado,
de su existencia, pero me contuve y solo la mire detenidamente
durante varios minutos enjugar sus lágrimas y sollozar como si de esa manera se
liberara de un peso cargado durante mucho tiempo, como si al llorar gritara
todo eso que había guardado durante tanto tiempo. Ahora ya no decía nada, solo
lloraba y miraba el piso dejando caer una que otra lágrima que reventaba contra
el piso atraída por la gravedad.
He estado en muchas situaciones, unas comprometidas, otras
de peligro y las más de presión, en las que debo actuar, decidir mi siguiente
jugada en segundos antes de ser aniquilado con palabras, frases actos
decisiones, creo que por eso me dicen “La Cobra”, porque atacó y mato de un
golpe certero justo a la yugular a la zona mortal inyectando palabras venenosas
con sorna, ironía, humor negro que lastima, que acosa, que encabrona; pero esta
vez no era el momento, por eso pose mis manos en la mesa y espere mientras
escaneaba su cabello tenido de amarillo, su cara sin maquillaje y aún así
bella, sus manos largas con anillos de oro en cada dedo y esas uñas de gel que
nunca podré olvidar, sus piernas largas en ese pequeña falda de azul eléctrico,
su blusa blanca ceñida hasta el cuello con borlas de tela en el frente que
hacían parecer que el tamaño de su pecho era mayor, sus pies en zapatillas del
mismo color de la falda y el bolso tan acorde a todo eso, que en un momento
imaginé uno de esos maniquíes de tienda de ropa.
Mientras la miraba dejó de llorar, y sin saber cómo de
pronto tuve sus manos en las mías o mis manos en las suyas, no lo se, ahora no
podría decirlo, porque ya estaba metido en sus ojos que me miraban como si de
verdad creyera que ahí estaba la respuesta que tanto esperaba.
Cuando nos despedimos me quedé con el olor de sus manos, su
presencia imponente y la promesa de interceder por ella.
Las citas se repitieron luego una tras otra, ahora no con
las lágrimas del primer día, ya tranquila con una amplia sonrisa con respuestas
a sus problemas y con ganas de seguir adelante.
El cómo llegamos a la cama no lo se de cierto, solo recuerdo
que un buen día mientras mi mano se posaba sobre su pierna con media de nylon
reclamó no ser directo y decirle me gustas, ni siquiera se lo dije, había una
comunicación de miradas tal que ahí decidimos meternos a un cine, ese que esta
por la calle Bucareli, ni siquiera recuerdo el titulo de la película, solo que
mis manos desesperadas ya hurgaban entre sus ropas sobre esos asientos de la
última fila, yo sintiendo con las fibras de la palma de mi mano esas medias de
nylon en sus piernas que poco a poco se fueron separando sin siquiera ejercer
presión, que dejaron a mi mano ir a donde quisiera, un tacto que se perdía en
ese laberinto de primer grado mientras nuestros labios querían comerse uno a
otro, dos bocas que se buscaban se succionaban se mordían en besos húmedos y
largos sintiendo la suavidad de los labios, el sabor de dos amantes que querían
sentirse cada vez más.
No se por qué escuchaba de fondo canciones de John Lee Hooker, pero fue el ritmo perfecto
del blues que le daba ritmo a los besos y a mi mano que ahora pugnaba por
traspasar esa frontera de tejido, elástico receptáculo de una humedad propia de
esta lujuria que nos amarraba a la oscuridad, yo no halle cómo.
Ella sí, cuando sin mas y con maestría logró romper el cerco
del ziper y en hábil movimiento encontró mi erección primero sobre la trusa y
luego piel con piel ya sin miramiento, sin pena, sin medida, en ese movimiento
lento pero firme el justo necesario para jalar dejando recorrer la piel de
arriba abajo lenta pero con ritmo, perturbando mi respiración porque sin dejar
de besarla intentaba darle placer y obtenerlo de su mano que no cejaba en el
empeño.
Con John Lee Hooker de fondo
! oh baby!
!oh baby!
“Desearía poder dormir en la cuna de tu amor, otra vez
Que alguien llore por mí, con ojos secos
El verdadero folk blues
Tan sólo quiero sentir una verdadera pena
No es tan mala una vida en el río turbio
si la vida sólo pasa una vez” .
Ya era demasiado y al oído me dijo
–Vámonos
y sin preguntar
-A dónde
Guarde mi erección y salimos tomados de la mano, más
cercanos, más amantes, más cachondos, prodigándonos besos a cada paso sin deja
de caminar tomados de la mano.
Sería mucho contar que mientras subíamos las escaleras del
hotel puse mi mano sobre sus nalgas como queriendo poseerlas ahí mismo y así
avanzamos por el pasillo ella prendida de mis labios yo de sus nalgas rosando
su pierna con mi erección en ese recorrido que más bien era el preámbulo de una
entrega total.
Espera, me dijo antes de todo y se perdió en una puerta,
dejándome en medio de la habitación más bien fría con un televisor viejo de
esos de enorme caja, prendido a la pared con una estructura de ángulo pintado
de negro, una silla de madera, una luna enorme de espejo ya gastado por la
humedad y el tiempo, una cama con colcha roja que hacía juego con las horribles
cortinas que recorrí para no dar lugar a vouyerista o los chismosos de la
vecindad de enfrente, y sobre la mesilla un frasco con agua, dos vasos y un
condón de marca chafa.
Cuando regresó, aún estaba en medio de esa habitación como detenido
en el tiempo con mis ganas de besarle y con mi erección a mil.
Desde ahí contemple de nuevo su espalda, sus nalgas, esas
enormes piernas en zapatillas mientras se lavaba las manos y sin más avance
como tigre sobre su presa, prendiéndola con un beso en el cuello sin permitirle
dar la vuelta haciéndole sentir la dureza de mí, sobre su cuerpo y creo que en
su cabeza aún estaba
John Lee Hooker:
“Es muy tarde para gritar que te amo
El viento aún está soplando, mi corazón aún duele
Una parte de mis ojos puede ver el mañana
y la otra parte sólo ve el ayer”.
Porque sus movimientos seguían los míos en un acompasado ir
y venir en ese recorrido hasta la cama donde le impedí despojarse de las
zapatillas y la falda, de la blusa y el carmín.
Quería sentir sobre mis manos la tersura de la tela sobre
sus tetas recorrer su espalda con ambas manos sobre esa blusa de satín, de
nuevo mis manos en sus nalgas sobre esa
falda que ceñía su cuerpo y le hacía ver tan bien, que me perdería mil años ahí
mismo, embarrarme del labial mientras besaba su boca nadar en ese vientre sin
despojarse de la blusa acaso hallarlo poco a poco.
Ella en cambio arrancaba cada prenda mía y la arrojaba al
piso a la cama a la mesita a donde fuera, hasta quedar solo en mis botas todoterreno con ella tomando mi erección con fuerza, con firmeza, asida a mi desde
ese frente. fundidos en un beso que se alargó mil años en los que su mano navegó
asida a mi cuerpo tomados cada uno con una o ambas manos y de fondo
John Lee Hooker
No describiré que abrevamos uno del otro hasta lograr la
simiente, hasta explotar en un millón de versos hasta penetrar nuestros
pensamientos yo amarrado a sus besos ella arañando mi piel una y otra vez con
esas uñas de gel que aún tengo clavadas en la piel, otra vez llorando como al
principio. Ahora sus lágrimas en mi pecho.
“Esperanza sin esperanza, y una oportunidad con trampas
Lo que es correcto, o equivocado
Son dos caras de una misma moneda
¿Cuánto más debo vivir hasta ser libre?
El verdadero folk blues
El verdadero folk blues
Tan sólo quiero sentir un verdadero placer
No todo lo que brilla es oro”
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