miércoles, 30 de octubre de 2013
jueves, 24 de octubre de 2013
Me bebí tus despedidas
Por Antonio De Marcelo Esquivel
La tarta es de queso, así
como te gusta, con fresas y aderezado con mermelada de frambuesa, el café
negro sin azúcar; negro como la noche, caliente como las tardes de verano y
amargo como tu ausencia. El es el mismo, aquel café donde nos esperamos tantas
veces y tantas veces nos despreciamos. Ese dónde te dije que te amaba mientras
escribías un poema de nosotros, frases con nuestros rostros y dibujaste una
flor con carita. Quizá no debería decirte esto pero he repasado tantas veces
nuestros lugares que creo conocerlos como la palma de mi mano, de todas las
veces que he llegado a la hora que acostumbrábamos incursionar en ese mundo de
realizad con fondo de jazz. Ya recuerdo aquellas ocasiones cuando llegaba antes
que tu y mientras leía mi revista te acercabas con sus piernas largas y parada
frente a mi esperabas que me diera cuenta, muchas veces supe de tu presencia
desde antes que llegaras, percibía tu perfume en el ambiente y estaba seguro
que eras tu cuando hombres y mujeres miraban tu andar, aunque hacía que no me
daba cuenta y falsamente me concentraba en mi lectura, de manera que podía ver
siempre tus pies y a medida que levantaba la cabeza admiraba cada parte de ti
hasta llegar a esa sonrisa que hacías antes de darme un beso de ya llegue. Un
beso que hacia mejor mi mundo aunque de pronto había que ponerle un poco de
café para que no fuera tan dulce, porque saben bien me gusta cargar los versos
de café y las frases de te quiero sin comprometerme a nada justo como me lo
repetiste mil veces. Siempre supe que te marcharías, lo intuía en tus
despedidas y cuando no llegabas al café, pero me hacia el desentendido y
buscaba no tocarte ni besarte ni decir te amo, como si en ese intento matara un
poco todo eso que me hiciste sentir, lo que nunca logré. Hoy regreso sobre mis
pasos y toco cada lugar donde estuviste, miro cada escaparate donde nos detuvimos,
leo los libros que vivimos y aquellos que solo deseamos, tomo el café que se
quedó cuando nuestras conversaciones se hicieron tan profundas que no
necesitaron de la infusión; con la diferencia que la cámara sigue en mis manos
tomando cada parte del mundo para cuando regreses, que te quiero mostrar tantas
cosas como si nunca te hubieras ido. Bien se que en cada cita me bebía tus
despedidas, que las pasaba con pastel de queso y tus miradas. Hoy tomo el mismo
café y como siempre dejo tu mita de pastel.
miércoles, 23 de octubre de 2013
Me quedo
Me duele tu presencia
Casi tanto como tus ausencias.
Me causa dolor sentir tan lejos tus manos.
Saber que dejaste tus caricias en otro cuerpo
Que en tus noches añoras el calor que se llevó.
Me duele que llores cuando miras el vacío,
mientras yo lucho contra tu pasado.
Y teniéndote tan cerca se que tus pensamientos
No están entre nosotros.
Que desgastaste tus besos en sus labios.
Que no hay más para mí.
Pero me quedo a pesar de todo.
A pesar de su fantasma.
A pesar de su presencia en tu cama vacía.
Antonio De Marcelo 23 / OCt / 2013
Tus alas
Sigo tejiendo tus alas con versos cargados de amor
bordadas con te amo en las puntas
unidas por te quiero entre las plumas
atadas con miradas que dicen te amo de mil maneras
Casi están listas, se que las necesitas
que las esperabas cuando llegaste
las has visto en tus sueños y pesadillas
son alas cargadas de realidad, pero capaces de volar
son las alas de tu libertad
y por más que me duela las has de usar.
domingo, 13 de octubre de 2013
viernes, 11 de octubre de 2013
Nada más porque vivir
Por Antonio De Marcelo
Desgastamos
tanto los momentos, que terminamos por cosificarlos. Se trataba solo de un
beso, ese entendimiento entre dos personas que no requiere de palabras, hallar
de pronto nuestros labios y dejar que dialogaran en ese encuentro que casi
siempre es el sello del amor. Pero los besos no se buscan, se encuentran y este
no apareció. Hubo momentos que estuvo cerca ese contacto, tan cerca que casi
podía sentir su boca, percibir su respiración, aspirar su perfume, enredarme en
su cabellera y quedarme encerrado en esos ojos que me matan con una mirada. Pero
el dichoso beso no llegó, se negó a aparecer. Simplemente no existió. No fue
falta de amor, lo juro con la mano en el corazón, y tampoco falta de pasión,
tal vez solo le sobraron palabras y le faltó aliento al esfuerzo. Ella sabe
bien que le amo, se lo dije de mil maneras, pero el amor no se mendiga ni se
arranca y fue necesario remojarlo en sorbos de café y aderezarlo con pastel de
queso con fresas. Desgastar una y otra vez los te amo mientras se marchaba, escribirlos
en las paredes a falta de poder gritarlo, dibujarlo con su imagen hasta
hartarme de su rostro, aunque pronto tuviera que volver a esos ojos, a esa
cabellera, a esas manos que despiden vida, a esa boca que derrama miel. A esperar
ese beso así sea lo último que haga en la vida, porque después de un beso suyo
no habrá nada más porque vivir.
jueves, 10 de octubre de 2013
Quizá
Por Antonio De Marcelo
Mientras me alejaba percibí de nuevo el perfume que dejó en mi muñeca. Lo aspiraba profundamente para no olvidarlo nunca, como si en ello me fuera la vida, como si se tratara de mi droga, como si respirarle fuera la única manera de sobrevivir. Yo quería tener de fondo un buen jazz, estar en cualquier lugar, menos en el metro, pero ahí me toco estar. Percibir ese perfume me hacía estar un poco con ella, tener de fondo a SIN BANDERA, sentir que su presencia estaba adherida a mí como los besos que nunca me dio, esos que soñé tanto tiempo al grado que podría jurar su boca sabe a cerezas. Era cómo un juego de feria, uno de esos donde uno sube al cielo como si saliera disparado y luego cae vertiginosamente, aunque nunca hasta el suelo; sólo al grado de sentir un vacío en el estómago. Justo como ella me hacia cada día, de tarde en tarde, cada noche con sólo mirarme, con sólo tocar apenas nuestras manos, con sólo una que otra palabra dejada por ahí como olvidada, como sí no supiera que una sola de ellas bastaba para hacer que mi estómago revoloteara, que mis sentidos se alertarán, que mí piel respondiera, que mis labios reclaman su boca, que mis manos buscarán las suyas, que mis te amo quisieran salir a borbotones y que siempre transmuté por un millón de te quiero, por un millón de silencios y por una cara dura que escondía todo el amor que le tuve reservado. No se, quizá fui yo quién dinamitó el amor con peros y vueltas de tuerca suicidas, con palabras bien colocadas para volar el corazón en mil pedazos, que al fin ya estaba roto y no había necesidad de lastimar el suyo. Otra vez respiré su perfume con los ojos cerrados, lo grabe en mis sentidos, igual que su forma de andar, como cuando llegó a aquel café de la ciudad, casi como flotando, avanzando linda, hermosa, mi señora, mi deidad, el objeto de mis deseos y la razón de mi sin sueño.
No era mi intensión que fuera una historia de mis confesiones, hasta que hallé aquella frase que pudo describir tan bien la conexión a su persona:
Mi amor por ti no solo es asunto mío,
también tuyo.
Mi amor dice algo de ti
Que quizá tu misma no conozcas.
(Jacques-Alain Miller /Châteauroux, 14 de febrero de 1944, psicoanalista lacaniano francés)
Claro un día tenía que ocurrir, que mis frases robadas entraran, a veces, tan forzadas, que quizá llegaron a carecer de sentido, tan lejanas que no lograron establecer un diálogo con mi musa, con mi dama complicada e iracunda, a quien solo quise decir que mi amor por ella tiene tanto que ver con la mujer que tal vez ella no conoce, esa para quien el gris tiene toda una escala, la misma que logra hacer realidad los sueños, esa que sabe mirar de una manera que hipnotiza, que suelta la cabellera de tal manera que despide luz.
Aún aspiro las gotas del perfume que dejó en mi muñeca y regresa ese mundo donde todo es posible…
domingo, 6 de octubre de 2013
Pescadora
Antonio De Marcelo
Ella tenía una caña de pescar con una estrella en la punta,
dejo su cesta, lanzó el anzuelo lejos hasta donde ya no se podía ver y simplemente
se sentó a esperar. Cuando sintió el
movimiento jaló el sedal, recogió su estrella y se llevó el botín a casa.
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